Me paso la vida
pulsando letras en el teclado de la computadora. Mis hijos se ríen de la fuerza
con que las golpeo. Yo sé que no hace falta, sé que una leve caricia alcanza,
sé que mis golpes aceleran el deterioro del teclado, sé que el ruido
innecesario tapa también la música que escucho mientras escribo, lo sé, todo
eso lo sé, pero no puedo dejar de sacudir las teclas como lo hago, no puedo
dejar de buscar reproducir la música de las teclas mecánicas con las que empecé
a escribir a máquina en la solidez de la Remington, con las que crecí
escribiendo en la comodidad de la Olivetti. Las tengo aquí, a mi lado, las sigo
teniendo, aunque ya nunca escriba en ellas. No las tengo como reliquia de la
historia, no las tengo como posesiones, como propiedad. Las tengo aquí, a mi lado, para no perder de
vista que, cuando escribo, cada vez que escribo, no escribo nada nuevo, sino
que simplemente sigo escribiendo las mismas palabras, en las mismas hojas, para
las mismas gentes, y que sigo necesitando el sonido familiar, la música de las
teclas, sosteniéndome, sosteniendo las palabras.Y lo curioso es que esas
palabras viejas, esas mismas palabras, cuentan siempre historias distintas,
aunque siempre empiecen diciendo que en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no
quiero acordarme fue donde muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que
andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.
Un día les saco fotos
y las pongo acá, en otra página de este blo, o en esta.
4 comentarios:
Habría que ver si, entre tantos sonidos que se pueden bajar (con solo teclear esas teclas que no hacen ruido, por supuesto que en el lugar adecuado) sonido de máquina de escribir, asi uno, mientras apreta las teclas sin ruido, escucha aquel ruido que nos es tan compañero, claro, nos quedaría por resolver la cuestión del ritmo, pero ya sería algo...
100 Years of Typing, it feels like! I can relate, including the Remington. Beso,
:-)
Un pueta viera...
Espero que nunca cuelgues esas fotos...
¡Qué bueno haberme topado con tu bló, querido Miguel! Como siempre, es un placer leerte.
¡Un abrazo!
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