viernes, 12 de octubre de 2012

Sustantivos y tonterías



Leo, una vez más, a Gregory Bateson. Dice:
En la escuela a los chicos se les siguen enseñando tonterías. Se les dice que un “sustantivo” es “el nombre de una persona, lugar o cosa”, que un “verbo” es una “palabra que indica una acción”, etc. O sea, desde tierna edad se les inculca que la manera de definir algo es hacerlo mediante lo que supuestamente es en sí mismo, no mediante su relación con otras cosas. (…) Hoy todo eso tendría que ser modificado. Podría decirse a los niños que un sustantivo es una palabra que mantiene una cierta relación con un predicado, que el verbo mantiene una cierta relación con un sustantivo que es su sujeto, y así sucesivamente.

La gramática, dice también, es configuración contextual. Me gusta eso: configuración contextual. ¿De qué sirve pensar en supuestos “elementos” de una lengua como objetos aislados y aislables si, en realidad, solo tienen sentido cuando hierven juntos en ese caldero orgánico que son las oraciones? ¿Tiene sentido construir supuestas “gramáticas” que no hacen más que desmenuzar, destripar el idioma, en vez de mirarlo como una totalidad en la que las partes son exactamente eso, es decir, partes? ¿Tiene sentido una gramática que excluya a la pragmática, la lengua en uso, como pretenden (y definen) las academias de la lengua castellana? ¿No se convierte así a la lengua en una especie de rompecabezas de miles y miles de piezas, pedacitos sin sentido? ¿Y los hablantes qué somos desde esa perspectiva? ¿Armadores de rompecabezas que de pronto se encuentran con una pieza en la mano que en algún lugar de ese inmenso océano (vacío) habrá de encajar, de pertenecer? ¿No es al revés la cosa? ¿No es acaso que las palabras son lo que son solamente cuando están en situación, en contexto, en uso?

Se me ocurre que la palabra sustantivo, la palabra verbo, la palabra palabra, son como las notas musicales. Solo existen cuando suenan. Un do, un re, solo existen cuando suenan. Si no, son apenas unas letras que hacen referencia, quizá, a algo. Pero hasta que ese algo no suene, no existirá. Como los sustantivos, los verbos, las palabras, la lengua.

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