Tres flores. A un
costado de las tres flores, nada, salvo el verde interminable de la nada, el
campo; al otro lado de las flores, el camino. Estuve a punto de escribir “la
cinta asfáltica”, pero me contuvo el prurito de los lugares comunes. No sé, de
flores, absolutamente nada, pero esas tres flores están ahí durante todo el
año, llueva o truene, si no molesta que. A veces, como están justo a la salida
del pueblo, cuando un auto agarra la curva para tomar la ruta muerde la
banquina y las roza, las conmueve como si les sacudiera la melena y luego
vuelven a quedar ahí, a un costado, las tres flores, nada, y el viento, suave,
de la pampa, que las peina. Tres flores. Qué comienzo extraño para una historia
que no quiere ser más que una simple novela policial.
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