Habitantes del planeta, yo Federico Manuel Peralta Ramos, me dirijo a ustedes para comunicarles los mandamientos de una nueva religión que he inventado
1) Ser gánico (*)
2) Hay que irse a los bofes
3) A Dios hay que dejarlo tranquilo
4) Perder tiempo
5) No perder tiempo
6) Regalar dinero
7) No distraerse
8) Ampliar la esencia hasta llegar al halo
9) Vivir poéticamente
10) Hacer programas aburridísimos
11) Tratar de divertirse todo el tiempo
12) Creer en el gran despelote universal, tomar como punto de referencia eso
13) No endiosar nada
14) Superar lo controlable
15) Superar el plano físico
16) Jugar con todo
17) Darse cuenta
18) Creer en un mundo invisible, más allá del plano físico, más allá de los lejos y de los cerca
19) Hay que andar liviano en este mundo, o no
20) Provocar movimiento
21) Despreciar todo
22) No mandar
23) Flotar
Si no tienen ganas no cumplan con ninguno.
(*) Ser gánico significa hacer siempre lo que uno tiene ganas.
Clavar esto con una chinche en la pared.
Federico Manuel Peralta Ramos
miércoles, 30 de diciembre de 2015
jueves, 19 de noviembre de 2015
Querido blo dos puntos
Volvamos a aclarar los tantos, por si las
moscas: yo no tengo un blog, ni un blo. Voy a tenerlo, sí, algún día, pero hoy
lo que se dice hoy no lo tengo. Aunque acá arriba diga que este es el blo de
Miguel Wald, eso en realidá debe entenderse como subordinado, por así decirlo, a
la idea de que Algún día vua tener un blo, que es el título principal, e’cir,
que quiere decir que el blo que voy a tener algún día va a ser el blo de Miguel
Wald, pero que ser, ahora, no es, y lo que aquí va constando por escrito no son
más que textos que voy escribiendo pa’l blo que algún día vua tené. Que es maomeno
lo mismito que dice acá nomás, a la derecha desto.
Pero, bueno, en to caso, eso puede ser tema de otra charla, querido blo. Lo que quería en esta era aclarar esos otros tantos de los que te hablaba antes, aunque no sé pa qué, ni pa quién, ni importe.
miércoles, 30 de septiembre de 2015
Ciudades no aptas (1)
[Capítulo para una novela, policial, esperablemente. O quizá fragmento de capítulo para una novela. O quizá apenas fragmento. Vaya uno a saber.]
Bajó el último
tramo de escaleras convencido, como siempre, de que era el último piso, y luego
la calle. Como siempre, no lo era. Aún faltaba un piso, y luego la calle. Bajaba
rápido, con ritmo, siempre con una breve parada en el descanso del tercero para
encender el cigarrillo, pero ni siquiera la certeza de esa rutina le permitía
incorporar en su memoria afectiva que aún le faltaba otro tanto, otros tres
pisos. Siempre tenía la convicción íntima de que faltaban dos, y luego la
calle. Muchas veces, mientras subía el tercer, el cuarto, el quinto piso, se
había preguntado si tenía sentido que un detective tuviera su oficina en un sexto
piso por escalera. En París, quizá. En Hamburgo, quizá. Incluso en Nueva York, quizá. Pero, en Buenos
Aires, definitivamente no. Hay ciudades aptas y otras que no. Y Buenos Aires se
inscribía sin duda en el segundo grupo. Nadie subiría seis pisos por escalera
por un detective al que nadie conocía. Nada de avisos en los diarios, nada de
difusión por internet, nada de contactos en la policía, nada. Sólo la propia
convicción en el propio talento y… eso, nada más. En cuanto a lo del sexto piso
por escaleras… él sabía las razones y sabía que eran válidas, pero eso no
cambiaba los hechos. De todos modos, si un posible cliente podía no contratarlo
por el único y miserable detalle de tener que subir, quizá una sola vez en su
vida, seis pisos por escalera, no podía considerarse un verdadero cliente, sino
sólo alguien que andaba queriendo ver, buscando precios, visitando el mercado.
Y él no era un producto de mercado.
viernes, 14 de agosto de 2015
Teorías
Dice Steiner, George, que la sola idea de una
teoría general de la traducción es poco más que una ilusión (una sombra, una
ficción, pero eso no lo dice).
Dice que no existe la traducción en abstracto y
que una teoría general de la traducción no es, a fin de cuentas, mucho más que
un simple catálogo de prácticas individuales.
Me pregunto, entonces, si es acaso posible
hacer un catálogo de la traducción que abarque todas sus prácticas, todas sus
posibilidades.
Me pregunto, digo, con Borges, si es posible
hacer un mapa del universo que no sea tan grande como el universo mismo.
Y me
digo que no, que me parece que no.
Pero me quedo con Girondo, Oliverio: yo no
aseguro nada, he dicho me parece.
sábado, 8 de agosto de 2015
Juana Bignozzi (1937-2015)
En otra vida
yo miraba desde la ventana de un bar...
en otra vida yo miraba desde la ventana de un bar
cómo la tormenta aplastaba las flores azules contra los cordones
contra las paredes
y por ese momento único de la juventud que dura muy poco
supe que nunca olvidaría esa escena en que nada aparecía
de lo que amaba me interesaba o temía
ni novios ni odios ni otros poetas ni revistas de opinión ni
secretarios de barrio ni amigos imbuidos de una colonizada cultura pavesiana
sólo las flores azules y la lluvia
recuerdo el nombre del pueblo la hora y esa lluvia
que nunca en las décadas que siguieron confundí con alguna otra
Juana Bignozzi, "La ley tu ley"
en otra vida yo miraba desde la ventana de un bar
cómo la tormenta aplastaba las flores azules contra los cordones
contra las paredes
y por ese momento único de la juventud que dura muy poco
supe que nunca olvidaría esa escena en que nada aparecía
de lo que amaba me interesaba o temía
ni novios ni odios ni otros poetas ni revistas de opinión ni
secretarios de barrio ni amigos imbuidos de una colonizada cultura pavesiana
sólo las flores azules y la lluvia
recuerdo el nombre del pueblo la hora y esa lluvia
que nunca en las décadas que siguieron confundí con alguna otra
Juana Bignozzi, "La ley tu ley"
viernes, 24 de julio de 2015
Del jilguero y otros saurios
Es el verano del 2002 en Barcelona, el
invierno del 2002 en Buenos Aires, pero sucede que estoy en Barcelona, así que
es el verano. En un gótico departamento del barrio gótico de la ciudá, en el
que viven tres traductores (dos traductoras y un traductor, o sea, tres
traductor@s, o tres traductorxs, o tres tristes tigres), se hace una reunión de
más de lo mismo, es decir, de traductores, traductoras, traductoros, traductor@s,
traductorxs… ufff, mejor en catalán, que no lleva esa “e” tan discutida en
estos tiempos: traductors. Vaya uno a saber por qué, me incluyen entre los
invitados. Voy, claro. La reunión transcurre por los carriles habituales de
estas reuniones (que tampoco tengo muy claro cuáles son) hasta que, para
enfrentar el atisbo de tedio que empieza a apoderarse de la noche, mi primo
Xosé dice: “¿Hay algún drae en la casa?”. Valga aclarar que entre traductors no
se habla de “el diccionario de la Real Academia”, ni de “un diccionario”, ni de
“EL diccionario”, ni de na por el estilo: es el drae y sanseacabó, y to mundo
sabe de qué se está hablando (algunos lo escriben con mayúscula, pero es pagar
por el chancho mucho más de lo que el chancho vale, así que acá va con
minúscula y sanseacabó). Ls trs traductors residents de la casa se ponen
inmediatamente de pie, como impulsados/as/@s/xs por un resorte. Cada uno va a su habitación y
trae, naturalmente, su ejemplar. “Claro”, dice mi primo. “En una casa de trs
traductors, hay trs draes”.
Pero, se me dirá, ¿en qué puede un drae (o
tres) ayudar a combatir el tedio? Xosé tiene la respuesta. Busca la palabra
“jilguero” y empieza a leer lo que dice el mamarracho. El atisbo de tedio
desaparece. Hemos salvado la noche. Podemos abrir otro rioja, o un ribera, o lo
que sea, que ya no me acuerdo, porque ya no es el verano del 2002 en Barcelona,
sino el invierno del 2015 en Buenos Aires, el verano del 2015 en Barcelona,
pero sucede que estoy en Buenos Aires, así que es el invierno.
Pero volvamos al drae, el jilguero y el
jolgorio. Dice el drae del animalito ese: “Pájaro muy común en
España, que mide 12 cm de longitud
desde lo alto de la cabeza hasta la extremidad de la cola…”. Va de suyo, claro,
que si desde lo alto de la cabeza hasta la extremidá de la cola el bicharraco
en cuestión resulta que mide 11 cm, o 13, es otro pájaro, porque el jilguero de
verdá, el posta-posta, el fetén-fetén, mide 12. Ni más ni menos. Lo dice el
drae. Así que la próxima vez que salgan a avistar jilgueros, háganlo con un
centímetro, p’asegurarse. No vaya a ser cosa.
Pero la definición sigue: “
Tiene el pico cónico y delgado, plumaje pardo por el lomo, blanco con una
mancha roja en la cara, otra negra en lo alto de la cabeza, un collar blanco
bastante ancho…”. ¿“Bastante” ancho? Dicen que los diccionarios presentan
definiciones, pero ¿bastante? ¿Cuánto es “bastante”? Creo que me quedo con lo
de los 12 cm. Al menos, define.
Y sigue: “Es uno de los pájaros
más llamativos de Europa”. Parece que en Europa hay pájaros llamativos y
pájaros insulsos, de esos que los mirás y casi ni te das cuenta, no te dicen
nada. Bueno, si ven uno de esos, no es jilguero. Puede ser un cóndor, un
pterodáctilo o un colibrí, pero jilguero no. Lo dice el drae. O lo da a
entender.
Sigue: “Se domestica fácilmente,
canta bien, y puede cruzarse con el canario”. Gracias al drae, uno se entera de
que el jilguero es un pájaro fácil de domesticar. Como el caballo. Supongo que
además vuela más alto que el caballo, pero no sé, porque eso no lo dice. Y
además… ¡puede cruzarse con el canario! Y sí, mimagino que es más fácil cruzar
un jilguero con un canario que con un elefante, o con un hipopótamo, sobre todo
si se van a dar vuelta en la cama, porque… ¡pobre jilguero!
Pero ya que estamos con
animales, vayamos a otro: “perro”. Y entre las opciones que da el drae, está
“perro chino”: “El que carece completamente de pelo y tiene las orejas pequeñas
y rectas, el hocico pequeño y puntiagudo y el cuerpo gordo y de color oscuro”.
Toda una definición. Ciencia pura. Si lo veo en la calle, lo reconozco seguro,
extiendo el índice en su dirección y digo, confiado y didáctico: “Ese es un perro
chino; lo reconocí por el drae”.
Y del “burro” dice que es un
animal “muy sufrido”. ¡Muy sufrido! Ay, vecina, si usté viera lo sufrido que es
el burro, pobrecito, siempre de acá para allá, cargando cañas, niños,
extraños, leños… es todo un solípedo el burro, viera, vecina.
Busco “pollera”: “lugar en que
se crían los pollos”, “especie de cesto”, “andador en forma de campana”… y por
abajo, muuuuuy por abajo, en ese lugar en el que uno ya no busca porque se hartó
de encontrar definiciones de cualquier cosa menos de lo que pa uno es una
pollera, dice que también es una falda. Menos mal. Ya empezaba a pensar que en
la academia criaban pollos entre las piernas de mujeres y escoceses.
Balcón: “hueco abierto al
exterior desde el suelo de la habitación, con barandilla por lo común
saliente”. ¿Y el hueco abierto al interior cómo se llama? ¿Pozo? ¿Balcón es
antónimo de pozo? Y eso de “desde el suelo de la habitación” no me queda del
todo claro. Si está abierto desde el techo, ¿qué es?
Bueno, mejor veamos las
definiciones de los colores. Azul: “del color del cielo sin nubes”. ¿De día o
de noche? Y si hay nubes, pero no cubren todo el cielo, ¿lo que se ve del cielo
no es azul? Además, el cielo de invierno, al menos por aquí, no tiene el mismo
color que el del verano. Uno de los dos, entonces, no es azul. ¿Cuál? Mejor
busco otro color, uno más fácil. Rojo: “encarnado muy vivo”. ¿Encarnado? Busco.
“De color de carne”. Y en “carne” el drae habla también de “carne blanca”, por
lo que supongo que la carne blanca es encarnada, o sea, la carne blanca es
roja. Lo dice el drae. O lo da a entender.
Mejor vuelvo a los animales. Busco
“toro”: “macho bovino adulto”. Supongo que en “vaca” dirá “hembra bovina
adulta” o algo así. Dice “hembra del toro”. No, no, pero estaba en lo gracioso,
no en lo discriminatorio y sexista, hasta p’hablar de animales, que es el drae,
que de eso podemos hablar otro día.
¿Se va entendiendo por qué cuando
hablo a veces de la Real Academia, me refiero a ella como “cacademia”? ¿No?
Pues otro día podemos retomarlo para hablar, como decía, de discriminación (de
todo tipo), o de autoritarismo, o de ideologización, o de subjetividades, o de…
en síntesis, del drae.
Pero otro día.
martes, 7 de julio de 2015
El grillo
Música porque sí, música vana
como la vana música del grillo;
mi corazón eglógico y sencillo
se ha despertado grillo esta mañana.
¿Es este cielo azul de porcelana?
¿Es una copa de oro el espinillo?
¿O es que en mi nueva condición de grillo
veo todo a lo grillo esta mañana?
¡Que bien suena la flauta de la rana!
Pero no es son de flauta: en un platillo
de vibrante cristal de a dos desgrana
gotas de agua sonora. ¡Qué sencillo
es a quién tiene corazón de grillo
interpretar la vida esta mañana!
como la vana música del grillo;
mi corazón eglógico y sencillo
se ha despertado grillo esta mañana.
¿Es este cielo azul de porcelana?
¿Es una copa de oro el espinillo?
¿O es que en mi nueva condición de grillo
veo todo a lo grillo esta mañana?
¡Que bien suena la flauta de la rana!
Pero no es son de flauta: en un platillo
de vibrante cristal de a dos desgrana
gotas de agua sonora. ¡Qué sencillo
es a quién tiene corazón de grillo
interpretar la vida esta mañana!
Conrado Nalé Roxlo, 1925
martes, 9 de junio de 2015
Imprevisibilidades
Dice Diego Fischerman en su Después de la música. El siglo XX y más allá
que en la música tonal “el desarrollo es una especie de embudo donde, a medida
que se avanza, las posibilidades se hacen menores y más obligadas, hasta llegar
al inevitable final”, y que el efecto final “descansa en la previsibilidad
relativa”.
Me gusta eso de la previsibilidad relativa, algo
así como que todo en una obra (al menos, en una de música tonal) es esperable,
previsible, o que podría serlo, pero que, a la vez, eso es relativo, o sea, que
sí, pero que no. Y me parece que pasa lo mismo en toda forma de arte. Todo es
en cierta manera previsible, todo sucede dentro de las reglas, no solo en la
música: también en la pintura, en la que todo sucede dentro de los códigos de
color o de valor; o en la literatura, en la que todo sucede dentro del código
de la lengua, es decir, de acuerdo con las reglas de la lengua. Y no.
Y sigue Fischerman diciendo que “si el rumbo
de dilaciones, modulaciones y fraccionamientos progresivos (…) no se sigue en
absoluto, la obra resulta sencillamente mal construida. Si el rumbo es seguido
al pie de la letra, la obra es pobre”.
Y, claro, lo mismo pasa, decía, en la
literatura, en la que si el rumbo de dilaciones, modulaciones y demás no se
sigue, la obra resulta mal construida, y aburre, o no se sabe de qué habla, o
para qué se cuenta; pero si, en cambio, se lo lleva al extremo, como en el
Quijote o el Ulises, pero sin quebrarlo al punto de la disolución, la obra
puede resultar excelsa. Claro que no por el solo hecho de llegar a ese extremo será
excelsa (no toda obra que lleva al extremo los procedimientos de la palabra y
la escritura es el Quijote, el Ulises). Pero quizá. Quizá.
Pienso también, claro, en Mahler. Y en Wagner
y su Tristán, al extremo casi de la disolución de la tonalidad. Y pienso
también en las esculturas de Giacometti, al extremo casi de la disolución de la
figura humana. Dentro de una estructura jerárquica estricta (la tonalidad lo
es, la figura humana lo es), esos tipos (digo Giacometti, digo Wagner, digo
Mahler, digo…), esos tipos crean, gracias a su genio personal, la
imprevisibilidad, la tensión absoluta, definitiva. O sea, el acorde de Tristán,
la multiplicidad de voces simultáneas del Ulises, la luz en la sombra, la
sombra en la luz de Rembrandt. Esos tipos.
La previsibilidad relativa que, por relativa,
es imprevisible. Me pregunto entonces si eso que dice Fischerman de la música
tonal no es lo que pasa inevitablemente en toda forma de arte y, acaso, en toda
forma de relación humana, en toda forma de existencia. La previsibilidad
relativa y contingente de toda relación. Como si el arte se pareciera, una vez
más, a la vida. O como si el arte fuera, digo, una vez más, la vida.
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(Ilustraciones: Itati Acuña) |
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