Estamos en los Vosgos,
en un pueblito de montaña cerca de Belfort. Nuestro destino es Praga, pero mis
compañeras de viaje deciden aceptar mi capricho: hacer un alto en Bayreuth para
visitar, si se puede (estamos fuera de temporada), el templo, el Festspielhouse,
el teatro de ópera que Wagner construyó para celebrar su megalomanía, o, quizá,
para que quienes amamos su música celebráramos, celebremos, su megalomanía. Da
igual. La cuestión es que mis compañeras de viaje aceptan mi capricho, y trazamos
la ruta.
En el camino está
Karlsruhe y allí vive Humberto Cosentino, un guitarrista argentino que hace una
pila de años que vive en Europa y al que María conoció casualmente en un
festival de tango en Berlín o por ahí, y luego no volvió a ver. María le
escribe para ver si tiene un rincón de su casa donde recibirnos para poder hacer
noche en el camino y que no se nos haga tan largo el viaje.
…
Humberto nos espera en
su casa, con su jermu alemana, con la cena lista. Se nos hace tarde y, desde el
camino, los llamamos para avisarles, para decirles que no nos esperen, que
coman tranquilos, que vamos a llegar más tarde de lo previsto.
Llegamos a eso de las
9 de la noche, GPS mediante. Sale a recibirnos nuestra anfitriona, Katharina,
cuidadosamente vestida… con un kimono. No tarda en explicarnos su fascinación
por el tema y mostrarnos su colección: unos 60 kimonos, uno más bello que el
otro, uno más cariñosamente atesorado que el otro por Katharina. Nos hace sentir
su pasión, compartirla. Humberto, mientras, nos prepara la cena. Ellos ya
comieron, pero él cocina especialmente para nosotros. Mientras comemos,
comparten una copa de vino con nosotros. Como pensamos salir temprano, no
prolongamos demasiado la velada. No demasiado, digo. Hablamos de música, de
todo, de nada, de nosotros.
Por la mañana, cuando
nos levantamos, la mesa está preparada, lista para que desayunemos y emprendamos viaje. Katharina ya se ha ido a trabajar. Humberto,
bicho noctámbulo como todo músico, debe estar durmiendo. No lo despertamos.
Salimos.
Hacemos el viaje de
Karlsruhe a Bayreuth con el eco de las voces de Humberto y Katharina.
Los viajes están llenos de lugares maravillosos, dicen. También los habitan bellas caras y bellas voces de bellas gentes. Como Katharina y Humberto.
Los viajes están llenos de lugares maravillosos, dicen. También los habitan bellas caras y bellas voces de bellas gentes. Como Katharina y Humberto.
1 comentario:
hermoso como siempre tus relatos
Viviana
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