A J.C., claro
Los librófilos somos
bichos raros. Digo los librófilos, no los bibliófilos, porque los bibliófilos son otra
cosa. Digo, me parece. Los bibliófilos son gente de esa que cuando pone los
libros en la biblioteca lo hace de una forma que un librófilo jamás. No es que esté mejor ni que sea más útil ni
más conveniente ni más no sé qué, o quizá sí, ser una cosa que la otra, sino
que… bueno, que, decididamente, la forma en que un librófilo organiza su
biblioteca no es de esas que un bibliófilo llamaría “organizar”. Y no ejque los
bibliófilos tengan formas de organización de bibliotecas únicas, inmutables, definitivas
y acsolutas. No, no, nada deso. Es otra cosa. Hay bibliófilos que organizan sus
bibliotecas temáticamente, por caso, y esos son los cientificistas, y otros que
las ordenan alfabéticamente, que son los diccionaristas, y que así encuentran
de pronto a Saussure al lado de Sábato y de Shakespeare y de Saramago y de una
biografía de Schubert de autor desconocido y de la colección completa del Sauerkraut Post (los bibliófilos son
capaces de casi cualquier cosa, se sabe), y el Corominas al lado de Cortázar y de Haroldo Conti y de Conrad, lo que
después de todo tampoco está tan mal, pero por razones que los bibliófilos
jamás entenderán.
Los librófilos, en
cambio, tendemos a organizar nuestras bibliotecas de maneras que no son,
sindudamente, razonables ni sensatas, pero que son lo que nosotros consideramos
obvias. Y a veces coinciden, claro, con las de los bibliófilos. Por ejemplo,
¿cómo no va a estar el Corominas al lado de Cortázar, si los dos jugaban a
jugar con las palabras? ¿Y cómo no va a estar Conrad con Cortázar, si Cortázar…?
Claro que por eso mismo, al lado de Cortázar, Corominas y Conrad, un librófilo
(uno, no otro) pone a Borges, y ahí es donde la geometría del bibliófilo se va
al reverendo carajo y hasta los estantes se quejan de que así no se entiende
nada. Pero para el librófilo ubicar ese libro ahí es… obvio.

Reorganizar una
biblioteca personal, para un librófilo, es uno de los problemas más graves a
los que puede enfrentarse en su líbrica existencia, y en particular ante una
mudanza residencial, porque los ámbitos y espacios de la biblioteca ineluctablemente cambiarán: no
habrá los mismos lugares, los mismos rincones, los mismos confines, y así incluso
los libros mismos pasarán a ser otros, y quizá el librófilo decida poner
novelas con novelas, poesías con poesías, ensayos con ensayos, diccionarios con
diccionarios… hasta que se enfrente a un libro que no encaje plenamente en
ninguna de las etiquetas. Que puede ser cualquiera, porque, después de todo,
¿quién es capaz de decir y sostener con argumentos válidos y coherentes que
Moby Dick no es un ensayo, que la Biblia no es una novela, que el Adán Buenosayres
no es cartografía?
Entonces el librófilo
empezará una vez más el camino de organización perfecta del universo líbrico, e
irá poniendo los libros en el lugar que corresponda, hasta que todos vuelvan a
quedar exactamente donde deben estar, y donde se los encontrará cuando se los
encuentre, no cuando se los busque, porque, como ya sabemos… Y así.
1 comentario:
Alguna vez se me ocurrió hacer una... digamos ... encuesta acerca del como cada uno ordena su biblioteca. Dá para mucho.
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