El 30 de septiembre es, dicen, el día del traductor. En
realidad, aquellos que lo dicen con más frecuencia no suelen escribirlo así,
sino que les gusta más la pomposidad de las mayúsculas, de modo que ponen Día
del Traductor. Pa pior, argumentan, explican, justifican, con tono casi
ofendido: “Ejque corresponde con mayúsculas por esto, o por lo otro, o por lo
de más allá”. Y seguramente tienen razón. Lo que, creo, no entienden, es que el
hecho de tener razón no hace que la cosa tenga importancia alguna.
Pero la
cuestión es que el 30 de septiembre se celebra el día del antedicho porque
es San Jerónimo y el tal Jerónimo fue el que tradujo la Biblia del griego
al latín allá por… bueno, allá por allá, ¿o acaso tiene importancia alguna el
año judeocristiano en que lo hizo? Pero como parece que la historia de la
traducción es la historia de la traducción de la biblia, o de la Biblia,
entonces pues… eso.
Lo que me pregunto, digo, hoy, es si alguien puede ser traductor. Y la verdá es que lo que
creo es que no. Uno puede traducir, actuar como traductor, hacer traducciones,
pero… ¿ser traductor? ¿Ejque acaso
cuando estoy andando en bicicleta por la reserva ecológica de Güenosaire,
disfrazado de ciclista, soy traductor? ¿Cuando estoy corriendo alrededor del
lago, en pantalones cortos, con la camiseta transpirada y pensando que me
faltan 6 km
para llegar a ningún lado, soy traductor? ¿Cuando estoy sentado en una butaca
de un teatro ejcuchando y viendo el Don Giovanni de Mozart soy traductor? ¿Cuando
estoy tomando una copa de vino (o dos, o tres) con amigos soy traductor?
¿Cuando calculo la cantidá de carbón que necesito pa’l asado del domingo según
la cantidá de gente que va a venir soy traductor?
Y a la inversa, ¿no es acaso traductor mi hijo adolescente cuando
ayuda a su hermana a entenderse con un neozelandés que, en una ciudad
argentina, le pregunta pa qué lado queda el estadio en el que van a jugar los
All Blacks? ¿No es traductora la mujer que ayuda al marido a entenderse con el
conserje del hotel en el que se están registrando? ¿No es traductor el que le
dice al mozo-camarero-mesero-mesonero-garzón lo que quiere comer cada uno de
los comensales que no saben el idioma del mozo-camarero-mesero-etc.? Y si ellos
también son traductores, ¿son traductores todos los que traducen? ¿O acaso solo
lo son los que cobran por traducir? Y si así fuera, ¿no son traductores muchos
que tienen títulos universitarios que los acreditan como tales pero que jamás
han cobrado un centavo por traducir?
Quiero decir, digo, ¿quiénes son traductores? ¿Qué es, qué significa ser traductor? Vaya uno a saber. Endemientras, p’aquellos a los que
les caiga el sayo, ojalá que este 30 de septiembre hayan tenido un feliz día,
che, y que sigan teniendo felices días, y los demás también. O sea, salú,
traductores, todos ellos, todos ustedes, todos nosotros, todos.