Si hay un lugar donde se puede ver cotidianamente cómo los
que se creen dueños y señores del idioma hacen gala de una ilimitada soberbia y
un absoluto desprecio por los hablantes, ese lugar es el sitio web de uno de
los mascarones de proa de la RAE, o, mejor dicho, de uno de los correveidiles
de la RAE: la Fondiú (hay quienes dicen que se llama Fundeu, tilde má, tilde
meno).
Cuando la Fondiú no era lo que es, sino un departamento de
dudas de redacción de una agencia de noticias, sus funciones y actividades eran
comprensibles y, supongo, hasta útiles, para que todos los redactores de la
agencia, más allá de la variante del español que usaran en sus respectivos
países, pudieran emplear una lengua coherente, clara y simplificada que permitiera
difundir las noticias por todo el hispanomundo sin ambigüedades ni
incertidumbres. Hasta ahí íbamos fenómeno, íbamos.
Pero la agencia decidió dar un paso al frente, lo dio… y
cayó al abismo. Porque abandonó el suelo sólido que la sustentaba y se zambulló
en el vacío lingüístico del idioma “culto”, de los “buenos usos”, de la
“corrección” y de todas esas abstracciones (o zarandajas, dirían algunos) ajenas
al idioma real, al habla real. Y se puso a dar consejos que nadie pide sobre
cuestiones acerca de las que nadie tiene dudas, y lo hizo (y hace), como decía,
con soberbia y desprecio por los hablantes. Con el asesoramiento de la Real Academia
Española, eso sí.
Su última muestra (bueno, quizá hoy ya haya aparecido otra)
es una gansada histórica. En ella dicen los de la Fondiú que los
hispanohablantes no queremos decir lo que todos entendemos que queremos decir
cuando decimos lo que decimos. Mesplico: si digo que lotrodía Usain Bolt tuvo
un triunfo histórico, está claro que lo que estoy queriendo decir es que fue algo
verdaderamente memorable, algo importantísimo, ¿no? Creo que nadie duda de eso,
¿no? Creo que todos los hispanohablantes entendemos que eso es lo que estoy
queriendo decir, ¿no?
Pues bien, desde su torre de marfil (¿o será de plástico,
será?), los de la Fondiú han decidido que no, que no hay que decir eso para
referirse a algo que “simplemente es importante, destacado o espectacular”. O
sea, que el de Usain Bolt no fue un triunfo histórico porque no. ¿Y por qué no?
Porque no hay que decir eso si uno quiere decir eso y los demás entienden eso.
¿Y por qué? Pues vaya uno a saber. La Fondiú no lo dice. O sea, eso no lo dice,
pero sí dice que lo que se dice no se debe decir como se dice.
“Aportes” de este tipo son usuales en la Fondiú. Explicaciones,
argumentaciones, razones, reconocimiento de formas reales del idioma, en
cambio, son cosas que brillan por su ausencia. Digo sho, ¿por qué no te dejás
de foder, Fondiú, con lo que está bien y lo que está mal, y empezás a tratar de
ver la maravilla del idioma, la verdadera maravilla de la diversidad del
idioma, de todo el idioma, hasta que deje de ser un idioma y se convierta en
varios, o en otra cosa, o en nada, lo cual también estará bien cuando sea
(siempre y cuando no sea por imposición de nadie, sino por el propio devenir)?
¿Mentendés, Fondiú, o es como yo pienso y, a fin de cuentas, no entendés un
joraca, no entendés? Digo, nomás.
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