Pienso, empiezo por pensar, qué es un idioma, y para qué existe, o sea, ¿para qué hay idiomas? Básicamente, creo que es obvio, para acercarse, para entenderse, para comunicarse. No es la única forma que tenemos los humanos para comunicarnos (también lo hacemos de formas no lingüísticas), pero los idiomas están ahí para eso: para comunicarnos. Y para eso los usamos. Y cuando la comunicación que logramos a través de los idiomas es fluida y eficaz, o sea, cuando cumple idealmente aquello que se propone cumplir, sin obstáculos, es perfecta, ¿no? Eso es, entonces, la perfección de un idioma, ¿verdad? La comunicación fluida, eficaz y sin interferencias. Y esa perfección, a veces, puede implicar la necesidad de atenerse a ciertas normas (determinado régimen preposicional establecido, determinados tiempos verbales, determinado vocabulario, etc.), que pueden ayudar a una comunicación más fluida y eficaz en ciertas situaciones, porque, en esas situaciones, todos los engranajes del sistema funcionarán bien si ellas están presentes, y si no, no.Todo esto para decir que los idiomas no son en abstracto (aunque en cierto sentido, también lo son). Los idiomas son en circunstancia, en situación, en acto. O eso creo yo.
(El dibujo no es mío. Es de Itati Acuña).