El problema es la gramática, esa forma de estructurar
y ver el mundo escindido en sujeto y predicado, con el centro en un sujeto erguido
en el altar de sí mismo: el sujeto es el sujeto y el predicado no es más que lo
que se dice del sujeto, una división que dibuja atributos sobre el cuerpo de un
sujeto que hace y recibe, que impone y dispone.
Quizá si pudiéramos ver, leer, hablar el
universo desde otra mirada, desde una mirada en la que el predicado fuera, es,
el sujeto mismo, y no lo que se dice de él, una gramática en la que aquí y allá
fueran, como son, palabras vacías de contenido, porque, apenas nos ponemos a
pensarlo, el allá es el allá, sí, pero visto desde aquí, y el aquí no existe, o existe
desde el allá, y solo existe ahora, porque en otro momento no es aquí, o no hay
aquí.
De algo parecido hablaba Castaneda cuando
decía que hablamos con la sintaxis de nuestra lengua madre y no somos
conscientes de que es solo eso, una sintaxis, pero “una sintaxis que exige
comienzos, como el nacimiento, y desarrollos, como la maduración, y finales,
como la muerte, en tanto declaraciones de hechos”. Declaraciones de hechos.
¿Qué hechos? Apenas una sintaxis en la que adjudicamos al universo entero
procesos que existen para nosotros, humanos, y que los vemos como tales,
humanos, pero ¿tan seguros estamos de que es así?, ¿tan seguros de que hay
sujeto y todo lo que se dice de él es predicado? ¿No será, acaso, que todo es
predicado, y en tanto exista predicado habrá sujeto, y si no, no? ¿No será,
acaso, como en Spinoza, que todo lo que hay es sustancia, o naturaleza, y que
no hay otra cosa más allá, no hay un sujeto más allá de lo que hay, se llame
Dios, o Sustancia, o Naturaleza, o como se quiera que se llame?
Quizá solo se trate de pensar que es otra la
gramática, y entender, percibir, estar, actuar, en ella.
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