Me fascina pensar que
la palabra que se escribe, que en ocasiones parece relatar el pasado e
inscribirse en él, se dirige siempre, inevitablemente, y le susurra, al futuro.
Cada palabra que se
escribe es un paso en esa cuerda floja que va desde quién sabe dónde hasta quién
sabe cuándo.
Cada palabra es parte
de la magia y el misterio, necesarios, insondables, del presente.